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noviembre 11, 2024Las heridas emocionales que todos, en algún grado, experimentamos a lo largo de la vida pueden marcar profundamente nuestra manera de ver el mundo, de relacionarnos con los demás y de construir nuestra identidad.
Estas heridas tienden a desarrollarse en la infancia o adolescencia, y si no las abordamos y sanamos, pueden acompañarnos en la adultez, influyendo en nuestras emociones y en la forma en que percibimos la realidad.
Lo que te presento a continuación son los tipos de heridas emocionales más comunes, y cuáles son las emociones predominantes que suelen activarse en cada caso.
Herida de rechazo
Emoción predominante: miedo
La herida de rechazo surge cuando una persona experimenta una sensación de no ser deseada, de no ser suficiente o de no pertenecer. Este rechazo puede ser real o percibido, y genera una profunda sensación de inseguridad, provocando miedo en distintas formas: miedo a no ser querido, a ser excluido, a no ser lo bastante bueno, a fallar.
En la adultez, quienes han sido marcados por esta herida suelen adoptar una actitud defensiva o de evitación en relaciones, amistades e incluso oportunidades laborales, por miedo a revivir el rechazo. La evitación del contacto profundo se convierte en un mecanismo de protección, y es común ver personas que buscan pasar desapercibidas o tienden a alejarse emocionalmente para no enfrentar este temor subyacente.
Herida de abandono
Emoción predominante: tristeza
La herida de abandono suele aparecer cuando una persona, especialmente en su infancia, siente que no se le da la atención o el afecto necesario. Esta sensación de abandono puede ocurrir por situaciones como el distanciamiento emocional de los padres, la falta de presencia física o de apoyo afectivo constante.
La tristeza es la emoción predominante en esta herida, y se refleja en una sensación de vacío y soledad. En la adultez, quienes han sido marcados por esta herida tienden a buscar compañía en exceso, temiendo quedarse solos. Pueden desarrollar una fuerte dependencia emocional en las relaciones, buscando en el otro la estabilidad que creen no tener en ellos mismos.
Herida de humillación
Emoción predominante: vergüenza
Esta herida aparece cuando alguien se siente humillado o menospreciado, especialmente por aquellos en quienes confía. Puede surgir en contextos donde el niño o adolescente experimenta burlas, críticas excesivas o es tratado de una forma degradante. La herida de humillación afecta la autoimagen y la autoestima, generando una sensación de vergüenza o de no ser “suficiente” ante los demás.
La vergüenza es la emoción predominante, y se manifiesta a menudo como una autocrítica extrema. En la adultez, quienes experimentan esta herida pueden volverse muy críticos consigo mismos y temen mostrarse vulnerables, por miedo a ser juzgados o humillados de nuevo. Esto les lleva a ocultar partes de su personalidad o a autoexigirse en exceso, tratando de compensar esa vergüenza interna.
Herida de traición
Emoción predominante: ira
La herida de traición se activa cuando alguien experimenta un sentimiento de deslealtad o falta de confianza en figuras importantes, como los padres o amigos cercanos. Esta herida suele aparecer en niños que han sentido que los adultos a cargo han fallado en sus promesas o expectativas.
La ira se convierte en una emoción predominante en la adultez. Personas que han sufrido esta herida tienden a desarrollar una fuerte necesidad de control y de independencia para no sentirse vulnerables ante una posible traición. También pueden experimentar celos, desconfianza y dificultad para delegar, ya que desean tener el control para protegerse de otra decepción.
Herida de injusticia
Emoción predominante: resentimiento
La herida de injusticia nace cuando una persona percibe que ha sido tratada de manera desproporcionada o arbitraria, sin justicia. Esto puede ocurrir cuando un niño se siente comparado negativamente con otros, recibe un trato desigual o enfrenta exigencias que considera inalcanzables.
El resentimiento es la emoción que predomina aquí. Las personas con esta herida suelen experimentar una gran rigidez emocional y tienden a mostrarse frías, pues intentan protegerse de volver a sentir esa desvalorización que vivieron. En la adultez, pueden mostrarse excesivamente autoexigentes y tener dificultades para confiar en los demás, creyendo que necesitan ser perfectos para evitar cualquier trato injusto o comparación.
Sanar las heridas: un camino de autoconocimiento
Entender el tipo de herida que llevamos y su emoción predominante puede abrir el camino a un autoconocimiento más profundo. Cada herida conlleva una emoción que, al observar y entender, podemos empezar a trabajar para liberarnos del dolor asociado y acercarnos a una vida emocional más saludable.
Es importante recordar que sanar no significa olvidar o eliminar la herida, sino integrar esas experiencias y emociones, aprendiendo a manejarlas de forma constructiva. Terapias como la psicoterapia, la terapia cognitivo-conductual, o enfoques como la terapia de compasión, pueden ofrecer herramientas valiosas para el proceso.
El objetivo es reconocer nuestras heridas y, a través de la compasión y el autoconocimiento, disminuir el poder que tienen sobre nuestra vida emocional.
«Sanar es un proceso de aceptación y reconstrucción; es el camino de aprender a abrazar nuestras emociones y liberar su control sobre nosotros».
Sanar estas heridas es un proceso profundo, a veces desafiante, pero siempre revelador. Es el viaje hacia nuestra autenticidad y hacia una vida emocional más plena, en la que ya no reaccionamos desde el miedo, la tristeza, la vergüenza, la ira o el resentimiento, sino desde la tranquilidad y la seguridad de saber quiénes somos y qué nos impulsa.
Si quieres aprender a reconocer, entender y sanar tus heridas, por supuesto que cuentas con mi acompañamiento.
Con mucho cariño,
Claudia Girón
+1 (305) 778-6142