
Los estereotipos que nos limitan desde la infancia
abril 8, 2025Cuando atravesamos una mala experiencia —una traición, un rechazo, una pérdida, un fracaso— es fácil caer en la trampa de pensar que todo es así. Que la vida es injusta. Que nadie es confiable. Que amar es peligroso. Que los esfuerzos no valen la pena.
Nuestra mente, buscando protegernos, generaliza el dolor y lo convierte en una verdad absoluta. Y aunque parezca una forma de autoprotección, en realidad, es una forma de encierro.
«El problema de generalizar lo negativo es que comenzamos a mirar la vida con un lente distorsionado».
Si sufrimos una decepción amorosa, podríamos llegar a creer que todas las relaciones son peligrosas o condenadas al fracaso. Si alguien nos falló, podríamos concluir que nadie es confiable. Si algo que intentamos no funcionó, podríamos convencernos de que nunca lo lograremos.
Las generalizaciones se alimentan de experiencias dolorosas mal elaboradas emocionalmente. Y una vez instaladas, nos limitan: nos impiden volver a confiar, arriesgarnos, vincularnos o incluso disfrutar.
Pero que algo malo nos haya pasado no significa que todo sea malo. Que hayamos vivido dolor no quiere decir que la vida solo se componga de sufrimiento.
A veces, el dolor empaña nuestra percepción y nos lleva a conclusiones extremas: “siempre me pasa lo mismo”, “nunca me eligen”, “nadie me entiende”. Y cuanto más repetimos estas ideas, más nos convencemos de que son ciertas, filtrando la realidad con una mirada cargada de miedo, desilusión y defensa.
Esta forma de pensar, aunque comprensible, nos empobrece emocionalmente. Porque al protegernos del dolor, también nos alejamos del placer, de la posibilidad, de lo nuevo. Nos volvemos rígidos, prevenidos, cerrados.
Y lo más triste es que muchas veces dejamos de ver las pequeñas cosas buenas que sí están ocurriendo. Esa amistad que permanece. Esa oportunidad que se asoma. Ese detalle que habla de cuidado. Esas señales de que no todo es oscuridad.
Generalizar es una forma de ceguera emocional.
Nos quita matices, nos aleja de lo real. Porque la vida no es solo luz, pero tampoco solo sombra. La vida es compleja, contradictoria, y también profundamente bella.
«Quedarnos atrapados en una lectura negativa de todo lo que vivimos, simplemente porque algo no salió como esperábamos, es injusto con nosotros mismos y con la vida».
Por eso es tan importante hacer pausas, revisar nuestras creencias y abrir espacio para nuevas experiencias. No se trata de negar el dolor ni de ponerle optimismo forzado a todo, sino de permitirnos ver lo completo: que sí, hay momentos difíciles, pero también hay encuentros, aprendizajes, ternura, y posibilidad de reparación.
Lo que vivimos no define todo lo que somos, ni todo lo que viene.
No permitas que una mala experiencia te lleve a cerrar el corazón. No dejes que una decepción apague tu capacidad de confiar. Y sobre todo, no uses tu dolor como brújula. Porque cuando lo haces, pierdes dirección.
En terapia, trabajamos justamente eso: desmontar generalizaciones, mirar con más honestidad, recuperar la capacidad de ver lo bueno, lo nuevo y lo posible.
Si sientes que tu mirada se ha vuelto rígida, pesimista o limitada por experiencias pasadas, no estás sola. Podemos revisar juntas esas heridas y ayudarte a construir una visión más clara y compasiva de la vida.
Agenda tu sesión conmigo. Volver a mirar diferente también se aprende.
Con amor,
Claudia Girón
@psclaugiron