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Es un tiempo que la sociedad ha envuelto en luces brillantes, villancicos pegajosos y una promesa de felicidad casi obligatoria. «Es la época más maravillosa del año», nos dicen, y nos encontramos rodeados de mensajes que nos invitan, o más bien nos presionan, a sentirnos agradecidos, alegres y llenos de espíritu festivo.
Pero, ¿qué pasa si no es así? ¿Qué pasa si las fiestas no te emocionan o, peor aún, te generan incomodidad o tristeza?
A menudo, la resistencia o incomodidad hacia las fiestas no se trata solo de una cuestión de gustos. Hay personas que no disfrutan de este periodo porque lo asocian con recuerdos dolorosos, pérdidas recientes o ausencias que parecen más presentes que nunca durante estas fechas.
«Las reuniones familiares pueden ser motivo de alegría para algunos, pero para otros, son un recordatorio de relaciones complicadas, tensiones no resueltas o incluso soledad. En este contexto, la imposición cultural de que debemos amar las fiestas puede sentirse como una carga más, algo que simplemente no queremos llevar».
La nostalgia que muchos sienten en diciembre también tiene una explicación. Estas fechas suelen venir cargadas de una mezcla de emociones contradictorias porque son un marcador en el tiempo: nos hacen mirar atrás, reflexionar sobre el año que se va y pensar en lo que hemos ganado, perdido o dejado pendiente.
La música, las tradiciones y las imágenes repetidas de cenas familiares perfectas nos conectan con un ideal que rara vez se cumple. En lugar de sentirnos llenos de alegría, a menudo caemos en una melancolía difícil de explicar. Es como si diciembre trajera consigo una lupa que magnifica nuestras emociones, tanto las buenas como las difíciles.
Además, diciembre está cargado de un simbolismo que nos conecta con nuestra infancia. Muchas personas recuerdan las fiestas como un periodo mágico cuando eran niños: las luces, los regalos, la comida, todo parecía especial. Pero al crecer, esa magia se diluye entre las responsabilidades, las decepciones y las exigencias de la vida adulta. Las expectativas creadas en la niñez chocan con la realidad, y esa brecha puede generar un sentimiento de pérdida o insatisfacción.
Y entonces está la presión social: «¿Por qué no te gustan las fiestas? ¡Son tan lindas!». Esta insistencia puede hacer que quienes no se sienten cómodos en esta época del año terminen fingiendo entusiasmo o, peor aún, sintiéndose defectuosos por no estar a la altura del ánimo general. Pero la verdad es que no hay nada malo en no disfrutar de las fiestas o en vivirlas desde un lugar más introspectivo. No todos sentimos lo mismo, y eso está bien.
Es importante entender que no hay una forma correcta de vivir diciembre. Para quienes las fiestas generan nostalgia o incomodidad, tal vez el mejor regalo que pueden darse a sí mismos es permitirse sentir lo que sienten sin juicio. No tienes que amar las luces ni las reuniones familiares. No tienes que cumplir con expectativas ajenas. A veces, simplemente aceptar que esta época te genera emociones encontradas puede ser liberador.
«Si te encuentras lidiando con la nostalgia en estas fechas, tal vez sea útil enfocarte en lo que sí te conecta contigo mismo. Quizás es un momento para buscar refugio en la quietud, para tomarte un tiempo a solas, para replantear qué significa esta época para ti».
No tiene que ser sobre regalos o grandes celebraciones; puede ser sobre conectar con algo más profundo, como agradecer por lo que tienes o permitirse dejar atrás lo que ya no necesitas.
En definitiva, las fiestas son lo que tú decides que sean. No tienen que ser mágicas, ni perfectas, ni siquiera alegres. Pueden ser lo que necesites en este momento de tu vida: un tiempo de reflexión, de descanso o, por qué no, un simple paréntesis en la rutina. La libertad de vivirlas a tu manera es el verdadero regalo que puedes darte.
Así que si las fiestas no son tu época favorita, recuerda: no tienes que justificarte. No tienes que amarlas solo porque todo el mundo lo hace. Lo importante no es cumplir con la narrativa que otros han creado, sino encontrar tu propio significado en ellas, o decidir que, para ti, diciembre es simplemente un mes más. Y eso también está bien.
Con amor,
Claudia Girón
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